Comentario
La pintura egipcia está muy relacionada con el relieve, ya que mantiene la ausencia de perspectiva, la representación de la figura y la ubicación de los escenarios. Utilizan colores planos y tienen carácter decorativo, narrando asuntos más mundanos que el relieve como fiestas, cacerías o actuaciones musicales, complementando a la gran estatuaria para conformar un aspecto global de la vida egipcia.
Toda superficie, curva o plana, ofrecía al artista egipcio la tentación de adornarla con un dibujo. Desde las paletas de esquisto, madera y marfil, recubiertas de dibujos y relieves, el artista egipcio no cesó de decorar, grabar y pintar donde pudo y como pudo, pero siempre con una delicadeza y una elegancia que, sujeta a las normas de una aspectiva limitada y típica, decoró grandes superficies en las mastabas del Imperio Antiguo, dejando un testimonio vivo del acontecer diario de un pueblo. Los mismos colores e imágenes vivas que vemos, sobre todo en las tumbas, porque se conservan mejor, eran igualmente propias de las casas de los particulares, porque el egipcio de todas las épocas amaba la naturaleza y todo lo que la evocara con verismo y delicadeza. Si tuviéramos que citar obras maestras llenaríamos páginas y páginas. Desde las maravillosas ocas de Meidum hasta los relieves de la tumba de Petosiris, los decoradores (grabadores y pintores) cubrieron con sus trabajos miles de metros cuadrados con una perfección formal y una inspiración que rayaba muchas veces en lo genial.
En este género es donde se produjeron los ensayos interesantísimos de un arte independiente. En Deir el-Medina, los artistas que decoraban las tumbas del Valle de los Reyes y de las reinas de la necrópolis tebana, en sus ratos de ocio ejecutaron dibujos y pinturas en ostraka, y en algunas ocasiones lograron efectos extraordinarios. El ejemplo más conseguido es la famosa Tocadora de mandora.